Hernán Trizano,mercenario asesino genocida de la Araucanía
Perfil de uno de los más sanguinarios personajes históricos que participaron, a fines del siglo XIX, en la ocupación del territorio mapuche del Gulumapu. Hoy, a más de un siglo de su muerte, un Grupo Paramilitar surgido e la zona de Malleco, IX Región, le rinde tributo a su nombre y su memoria.
Referirse al conflicto mapuche actual y al surgimiento de grupos armados de defensa patronal sin detenerse un poco y recordar la historia del célebre capitán del Cuerpo de Gendarmes de las Colonias Hernán Trizano, puede significar una verdadera falta de respeto a la ética y la rigurosidad propia del trabajo periodístico. Esto porque, quiéranlo o no reconocer algunos sectores políticos protagonistas del conflicto mapuche actual, la figura histórica del jefe de los temibles “paramilitares” de fines del siglo XIX y comienzos del XX se alza hoy como una referencia obligada tanto para simpatizantes como para aquellos acérrimos detractores de la renovada causa mapuche.
Para los primeros, se trataría de un protagonista no secundario en una larga historia de abusos y atropellos que hoy emerge tímidamente ante la opinión pública como la punta de un sumergido iceberg. Para los segundos, se trataría en cambio de un esforzado y valiente caballero andante, digno de admiración y respeto por parte de los hijos, nietos y bisnietos de aquellos colonos que su Winchester infalible ayudó a proteger en la zona sur a comienzos del siglo pasado. Hablamos de Pedro Hernán Trizano, un mercenario de ascendencia italiana, de baja estatura y bigote primorosamente bien cuidado, que combatió en Chipre, Rusia,
Si bien su historia se inicia en Italia, parte importante de su “leyenda” comenzaría a forjarse a su llegada a Sudamérica en la segunda mitad del siglo XIX y tras enrolarse como soldado en las fuerzas militares chilenas que, bajo el mando del General Patricio Lynch y el financiamiento de acaudalados capitalistas ingleses, marcharon el año 1879 más allá de la frontera norte de Chile para tomar el control de los ricos yacimientos del salitre boliviano de Antofagasta. Allí, entre campañas de guerra sucia, saqueos a poblaciones indefensas, ajusticiamientos masivos de indígenas en el Altiplano y una que otra batalla ganada en buena lid frente a sus pares del Ejército peruano, se iría forjando la leyenda de este mercenario que llegaría a ser conocido más tarde como el “Bufallo Bill” chileno o “El gatillo más rápido” de
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, los planes de expansión territorial y económica de Chile constituían una de las principales preocupaciones de los gobiernos de turno. Las crecientes necesidades de materias primas en el naciente capitalismo europeo y la decisión política de las autoridades chilenas de “consolidar” de una vez por todas sus cuestionados límites territoriales, llevaron al gobierno de Aníbal Pinto a comprometerse de lleno con una campaña militar de ocupación del territorio boliviano y, principalmente, de sus ricos yacimientos de salitre natural existentes en el árido desierto de Atacama. En esta guerra de anexión colonialista, tal como la definen hasta nuestros días los textos escolares en Bolivia y Perú, destacaría la participación de numerosos mercenarios y aventureros extranjeros que –entusiasmados con el gran negocio del salitre- no dudaron en sumarse a las filas del ejército chileno y participar así de las campañas de invasión militar planificadas desde Londres en el suelo nortino. Uno de estos aventureros sería precisamente Hernán Trizano.
Por cierto, el interés de Trizano por participar de
La suerte, sin embargo, nuevamente acompañaría al genovés. Tras cruzar la cordillera de los Andes y al momento de su arribo, comenzaban en Chile los preparativos militares para
Bajo el mando del coronel Cornelio Saavedra, comandaría partidas de soldados que exterminaron en poco tiempo a los maltrechos soldados peruanos que –bajo la forma de guerrillas- aun se resistían a la ocupación de su territorio nacional por parte de los “endiablados” soldados chilenos, que era como se los denominaba en Perú por su reconocida afición a la “chupilca del diablo” (aguardiente con pólvora) a la hora de presentarse a los combates. Huelga destacar que diversos cronistas, de uno y otro bando, consignan esta campaña irregular comandada por Saavedra como una de las más brutales y sanguinarias de toda la contienda bélica.
Sin embargo y paralela a las sangrientas campañas de
En 1878, el Partido Conservador denunciaba en el Parlamento que "el bandolerismo recorre organizada e impunemente nuestros campos y alarma nuestras poblaciones". Por ese motivo y en plena guerra nortina, las autoridades de gobierno crean en diciembre de 1881 el Cuerpo de Policía Rural, encargado de poner orden en dichas zonas donde solo reinaba hasta entonces el caos y la anarquía delincuencial. Este cuerpo estaba a cargo del gobernador y de una junta departamental, conformada por los dos mayores contribuyentes de cada departamento. Es decir, por los dos principales latifundistas del sector, considerando el peso que tenía por aquellos años la propiedad de tierra en los índices de riqueza de la aristocracia criolla. Este último hecho generaría serios reparos a la efectividad de dicha Policía Rural. Benjamín Vicuña Mackenna, por ejemplo, manifestaría incluso públicamente sus dudas respecto de una policía controlada tan directamente por latifundistas y autoridades locales de “dudosa” honorabilidad.
Decía Vicuña Mackenna en el Senado: "La condición en que están los campos en Chile, las costumbres de los grandes propietarios, la manera como se nombran los subdelegados -que son en casi toda
Sin embargo y pese a los reclamos del parlamentario, los Policías Rurales siguieron operando con relativa normalidad y éxito hasta el año 1883. Después de esta fecha, producto de la desmovilización de las tropas chilenas tras el fin de la guerra en la zona norte y la consolidación de la campaña de ocupación militar del territorio mapuche, esta situación de caos y anarquía volvería a adquirir nuevamente ribetes dramáticos en vastas zonas rurales de Chile, extendiéndose esta vez –y ante la impotencia de las autoridades- no sólo a la zona central, sino que principalmente a los recién incorporados fértiles campos de
Para efectos de la guerra nortina, el gobierno había reclutado a la fuerza y enviado al frente de batalla a miles de presidiarios bajo la promesa de concederles la libertad una vez concluida la contienda. Sin embargo, esta promesa no fue finalmente cumplida por el gobierno y, gran parte de ellos, con entrenamiento y bastante experiencia en combate, se refugiaron en la zona de
Nacen los Gendarmes de las Colonias
Concluida
Sin embargo y como dicho cuerpo policial no lograba avances tangibles en el combate contra el bandolerismo y los propios mapuches rebeldes refugiados en
Trizano formaría entonces el "Cuerpo de Gendarmes de las Colonias", un grupo armado compuesto mayoritariamente por agricultores y ex militares (ex oficiales y suboficiales), supeditado al Ministerio de Relaciones Exteriores –esto por la gran cantidad de inmigrantes europeos que colonizaban la zona y exigían su debida protección del gobierno- y que sería recordado más tarde simplemente como “Los Trizanos”, en honor al primer apellido de su sanguinario jefe. Con el tiempo, este grupo se convertiría en una especie de Ejército Irregular al margen de las Fuerzas Armadas, con muchas atribuciones y con un infinito poder. La impunidad en sus acciones y las redes de protección a su alrededor que integraban personajes como el propio magnate triguero José Bunster, por aquellos años el principal financista de la colonización del territorio mapuche, convirtieron rápidamente a Trizano en un dictadorcillo siniestro y despiadado, un verdadero sheriff de
Cuentan historiadores que sus fusilamientos legales se sucedían a un ritmo de 50 personas al año pero las ejecuciones sin procesos las superaban por cientos. Para el año 1891, por ejemplo, cuando el gobierno de José Manuel Balmaceda hacia regir la ley marcial en todo el país por motivos de la guerra civil, Trizano aprovechando la impunidad que esta situación le brindaba, ordenó masacrar a 30 reos, entre mapuches rebeldes y bandoleros chilenos, con el expediente de la “Ley de Fugas” muy cerca de Temuco, ganándose rápidamente entre sus contemporáneos el apodo del “Búfallo Bill” chileno.
Sin embargo, tales abusos y el excesivo poder que ostentaba Trizano comenzó de a poco a incomodar a las propias autoridades. Es así como después de 15 años de abusos y atropellos, el gobierno presionado por la escandalosa reputación de arbitrario y tiránico que pesaban sobre el capitán y sus huestes, resolvió finalmente removerlo del cargo y deshacer para siempre a los Gendarmes de las Colonias. En su reemplazo entró a batallar directamente el Ejército, destinando las autoridades un escuadrón de Gendarmes, con efectivos de los regimientos de caballería, cazadores, lanceros, dragones y guías para combatir esta vez “legalmente” el bandolerismo rural. El propio general Emil Körner, célebre impulsor de la "prusianización" del Ejército chileno, dirigiría personalmente en 1906 la operación de fusión de los antiguos Gendarmes del Sur de Trizano y los del Ejército, constituyendo así un Regimiento de Carabineros, antecesor directo del actual Cuerpo de Carabineros de Chile, y que a poco andar se destacaría también por su participación en numerosas matanzas de obreros en la zona centro-norte del país.
Trizano, en tanto, moriría placidamente de muerte natural a los 66 años de edad en la ciudad de Temuco el año 1926, causando una gran conmoción en toda la población local, según consignaría profusamente el Diario Austral de aquella época. En su edición del 17 de abril de 1926, el decano de la prensa sureña y actual vocero de la derecha política y patronal en
Trizano en nuestros días
En la actualidad, no son pocas las instituciones -como el Diario Austral de Temuco- que siguen rindiéndole tributo a su memoria. Para Carabineros de Chile, por ejemplo, Hernán Trizano continúa siendo un “héroe nacional” que libró a
"En esa última etapa resalta el heroísmo y la hidalguía, rodeada de leyenda, del capitán de húsares don Hernán Trizano Avezzano, un oficial del Ejército que consolidó en memorables episodios el orden y la ley en el sur del país, donde los cuatreros y otros delincuentes eran el azote de esforzados colonos. Ante él y sus bravos jinetes sucumbieron avezados delincuentes, lo que permitió que una fértil región de nuestro territorio pudiera contribuir al desarrollo de nuestra economía y al progreso general del país. Esos valientes combatieron la delincuencia con singular éxito y se hicieron merecedores del aprecio, admiración y gratitud de los ciudadanos. Arauco, Malleco, Cautín, Valdivia, Llanquihue y Chiloé, provincias que hoy constituyen nuestras regiones Octava, Novena y Décima, fueron liberadas por Trizano y sus hombres de las montoneras formadas por antisociales e indígenas sin ley ni dios”, señala el sitio web policial.
Tanta “hidalguía” de los Trizano destacada hoy por la institución policial no concuerda sin embargo con los registros que destacados historiadores guardan a la vez de su memoria. “La policía de ese tiempo era una docena de seres andrajosos, sin uniforme, solamente reconocibles por su aire insolente y un quepi blanco, azul, tojo o negro… Su sueldo era de 17 pesos al mes, que rara vez se les pagaba. Por esto, buscaban la forma de subsistir por sus propios medios. Cuando uno se retrasaba en la noche al volver a su casa, debía preparar el revolver y cambiar se acera cuando divisaba a un policía”, consigna Jorge Pinto, destacado historiador de
Así
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